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Richard Wurmbrand

LO QUE CREEN LOS CRISTIANOS

El nacimiento de Jesús

El hombre marca las fechas basándose en el nacimiento de Cristo. Si lees de un evento que sucedió en 1812 o en 1971, eso quiere decir que ocurrió ese número de años después de que Jesús nació. No obstante la historia comenzó mucho antes de su nacimiento, ¿Por qué pues fue su venida al mundo de tanta importancia como para empezar a contar los años a partir de su nacimiento? ¿Quién es jesucristo?

Jesús es una persona que nació bajo circunstancias especiales en donde se encuentra hoy el estado de Israel. Hombres fieles y sabios llamados profetas predijeron ocho siglos antes de su naci­miento que su madre sería una virgen, que nacería en el pueblito de Belén y otros detalles importantes de su vida, inclu­yendo la manera en que moriría y lo que sucedería después de su muerte. Las leyes regulares de la naturaleza se aplican a circunstancias regulares, pero Jesús fue un ser único. Y vino al mundo de manera única.

Su madre María quedó encinta sin haber nunca conocido hombre. Su prometido José tuvo dudas y quiso dejarla pero entonces algo extraordinario sucedió.

Existen seres que normalmente son invisibles al ojo humano. El hombre ha vivido en la tierra por miles de años. Su vida ha sido influenciada profundamente para el bien y para el mal por seres que no se ven, microbios y virus que son visibles sólo a través de microscopios. Hay estrellas muy lejanas, invisibles a simple vista pero visibles con la ayuda de telescopios. También existe otro tipo de seres que son generalmente invisibles; se llaman ángeles. Son seres vivientes de un orden más elevado que el hombre. Algunos hombres han tenido el privilegio de verles y conversar con ellos.

José, el prometido de María, vio a uno de esos seres, un ángel que le dijo que creyera que María era inocente, que su preñez era de Dios, y que traería al mundo un Hijo en cuya persona Dios mismo se haría hombre.

El universo en que vivimos fue creado por Alguien. No nos podemos imaginar una casa sin un constructor. Pero el mundo es como una “casa gigante” … ¿quién la construyó? No podemos imaginar una cena sin un cocinero. Pero la naturaleza nos provee alimento … trigo, arroz, papas, carne, leche, frutas. ¿Quién nos preparó todo esto? Nada se mueve sin algo que lo impulse. Todo en el mundo está en continuo movimiento, desde los átomos hasta las estrellas. El estado de nuestra alma también cambia continuamente. ¿Quién lo mueve todo? El Creador del mundo y de los hombres que se llama Dios.

Dios es un ser misterioso. Nuestras mentes limitadas no lo pueden abarcar.

Si todavía no podemos ni siquiera saber los secretos de la vida humana, ¿cómo vamos a poder entender a su Creador?

Muchas religiones antiguas creían en Dios como una unidad de tres personas: un Padre que nos ama, un Hijo de Dios que vino a la tierra a enseñarnos y a salvarnos de nuestros pecados, y un Espíritu Santo que penetra nuestras mentes y nos hace pensar y actuar en una forma que complazca a Dios.

El Hijo de Dios, Jesucristo, vino a vivir entre los hombres por un tiempo.

El bebé Jesús es adorado pero también amenazado de muerte

La venida del Hijo de Dios a la tierra fue un evento extra­ordinario marcado por sucesos extraordinarios.

Tres magos de un país distante vieron una estrella que hasta entonces era desconocida, y creyeron que anunciaba la llegada del Salvador, acontecimiento que se anticipaba en una gran parte del mundo de aquella época.

Sabiendo que sólo el pueblo judío tenía profetas y que su conocimiento de Dios era superior al de otras civilizaciones, aquellos tres magos decidieron ir a buscarle en Jerusalem, la capital del país judío. Estaban seguros de que este pueblo le daría al recién nacido, Dios hecho hombre, el lugar más alto en su vida pública y le haría Rey. Pero excepto por unos pocos pastores y algunas otras gentes sencillas y pobres, nadie se había enterado de Su nacimiento.

Entonces, tal cual hoy, la mayoría de la gente vive en un plano inferior, comiendo, bebiendo y disfrutando los placeres de la carne. A pocos les interesa las cosas superiores como filo­sofía o ciencia; menos aún se interesan por la perfecta virtud, el amor, la verdad, la mansedumbre o la perfección. Aun menos son los que se interesan por la realidad suprema . . . Dios.

Los magos sabían solamente que el profeta había predicho a Belén como el lugar de nacimiento. Pero Herodes, el gober­nador de aquella provincia, se alarmó mucho con la noticia de su búsqueda. El era rey y deseaba para sí todos los honores; ninguno para un recién nacido, ni aun si fuera Dios encarnado.

Así pues, ordenó la masacre de todos los niños de Belén. Pero Jesús excavó milagrosamente. Un ángel advirtió a su padre José del peligro inminente. José escapó con el Niño y Su madre a Egipto desde donde regresaron a Israel después de la muerte del Rey Herodes.

El niño Jesús creció como cualquier otro niño hasta la edad de treinta años. Fue a la escuela y después trabajó como carpin­tero; El era un proletario.

El bautismo de Jesús

A los treinta años Jesús fue bautizado.

Nosotros usamos muchos símbolos como expresión de nuestros sentimientos o creencias internos. Nos damos las manos derechas como señal de amistad, nos besamos como expresión de amor, saludamos la bandera como símbolo de la patria. De la misma manera los que creen en Dios usan ciertas expresiones externas para demostrar su fe.

El bautismo es la inmersión de una persona en agua por otra persona. Simboliza que así como el agua lava la suciedad del cuerpo, así el amor de Dios lava a los hombres de los pecados que han corrompido sus almas. Si tú sientes que eres un pecador, que has ofendido a Dios y a los demás, y nunca has sido bautizado, puedes pedir a otro creyente que te bautice. Cualquiera puede hacerlo. Se crees en Dios y en su amor perdo­nador, bautízate.

Jesús era Dios. El nunca cometió ningún pecado y no necesi­taba el bautismo para sí. Pero era humilde y quería mostrar su compasión por los pecadores, para enseñarles que El había venido vara salvarles de sus pecados y para enseñarles que El era la culminación de lo que el bautismo simbolizaba. Amaba tanto a la humanidad que consideró los pecados de los hombres como suyos propios y por lo tanto demandó el bautismo.

El hombre que lo bautizó se llamaba Juan, y le apodaban “el Bautista” porque ayudó a mucha gente a reconocer sus pecados y los bautizó. Juan, quien vivió una vida muy simple, exhor­taba a la gente a demostrar su arrepentimiento de pecados y, así como un árbol lleva fruto, a dar fruto de honestidad, contenta­miento, bondad hacia los pobres, a abstenerse de la violencia, la extorsión y la calumnia. Les advertía que la muerte es como un hacha cortando árboles de raíz; acabará con todos los hombres. Por lo tanto tenemos que estar listos a hacer el bien.

Juan también predijo que sería suplantado por otro mucho más poderoso que él, el que se llamaba Jesús. Juan dijo que así como él bautizaba, o sea, sumergía la gente en agua, asía el Hijo de Dios bautizaría a la gente en el Espíritu Santo.

Ser santo significa ser un ser humano completo y tanbién ir madurando en el camino del más alto ideal, Dios. Ser santo significa tener un amor que no excluye a nadie, no importa de qué raza, creencia o falta de creencia, o de qué nación o a qué clase social pertenezca. Los santos aman tanto a los buenos como a los malos. Ser santo significa también levantarse por encima de las cosas del mundo que distraigan de la meta final. Un espíritu así, dijo Juan, sería dado por Jesús y quemaría como fuego en el corazón.

Si tocas un pedazo de hierro al rojo vivo, sientes el calor, no el hierro. Cuando conoces a un hombre lleno del Espíritu, conoces a Dios, no solamente a un hombre.

Jesús llena a los hombres de un fuego santo, mientras que los adversarios de los cristianos son como la paja. Los cristianos son fuego; no tienen nada que temer. Al final sólo los cristianos saldrán victoriosos.

Antes de bautizar a otros, Jesús se hizo bautizar por Juan. Durante el bautismo, los cielos se abrieron y vio el Espíritu de Dios descendiendo en forma de paloma, posarse sobre Jesús. Una voz del cielo dijo, “Este es mi Hijo amado, en quien estoy satisfecho.”

La tentación de Jesús y Sus primeros discípulos

Después de Su bautismo, Jesús se fue al desierto donde tuvo un encuentro con un ser espiritual que generalmente es invisible: un ángel caído llamado el diablo. (Hay ángeles caídos llamados demonios; son los que escogieron vivir sin servir a Dios.)

Jesús ayunó en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches. Su llamado era algo excepcional. Sus discípulos también fueron llamados a ayunar pero por períodos de tiempo más razonables. El ayuno es un medio poderoso de hacer que el espíritu sea el amo del cuervo y conquiste las tentaciones.

Jesús tenía hambre desvús de su largo ayuno. El diablo se leapareció y le retó a probar que era el Hijo de Dios mandando a las piedras que se convirtieran en pan. Jesús le respondió, “Está escrito, no de solo pan vivirá el hombre, sino de cada palabra que procede de la boca de Dios.” Hombres que tienen sufi­ciente pan y hasta manjares delicados no se sienten satisfechos ni felices. El hombre debe comer para vivir más bien que vivir para comer. Necesita luz para su mente que sólo puede recibir de la Palabra de Dios.

Dios habló a través de sus profetas, a través de Jesús y a través de Sus discípulos. Sus palabras están conservadas en un libro que se llama la Biblia. Dios también nos habla a través del orden y la belleza de la naturaleza, y a través de los eventos de la historia en nuestras propias vidas. Dios nos habla a través de hombres que le conocen, y tanbién nos habla directamente cuando apagamos el ruido del mundo y escuchamos con nuestra alma.

Derrotado en su primera tentación, que hubiera trans­formado a Jesús de Salvador de pecados en panadero milagroso, el diablo llevó a Jesús al pináculo del templo que los judíos tenían en Jerusalem y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, lánzate al aire para que los ángeles te rescaten.” Jesús le contestó que no es lícito tentar a Dios (ponerlo a prueba). La religión hace que la gente sea razonable. Les enseña a creer en Dios y a amarle; les enseña a ser agradecidos por la habilidad que nos dio: poder considerar en cada encrucijada de la vida cuál es el camino correcto. La religión no exhorta a los hombres a hacer cosas tontas esperando que una intervención divina cambiará el resul­tado.

El diablo también llevó a Jesús a una alta montaña y le mostró todos los países del mundo y sus glorias. Le prometió darle poder sobre el mundo entero si le adoraba a él, el diablo.

Jesús lo sacó de allí diciéndole, “Quítate de mí, Satanás: porque escrito está, Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás.

Los cristianos respetan a todo el mundo. Obedecen a sus padres, a los gobernantes y otros superiores siempre y cuando no les pidan hacer algo que sea contrario a los mandamientos de Dios. Sus vidas están completamente dedicadas al servicio de Dios, el Supremo Ser, y solamente lo adoran a El.

El diablo reconociendo su fracaso en hacer fallar a Jesús, lo dejó, y entonces vinieron ángeles buenos a ministrarle.

El final de Juan el Bautista

Poco tiempo después que bautizó a Jesús, Juan fue arrestado por orden del Rey Herodes Antipa (hijo del Rey Herodes el Grande, quien fue el responsable de la matanza de los niños en Belén).

Cumpliendo su deber con Dios, Juan el Bautista fue arres­tado porque le dijo el gobernador que era un pecador. Los creyentes no son nunca lamebotas de los tiranos sino que les dicen sus pecados en la cara. Herodes se había cogido la mujer de su hermano y la hija para él. Juan le dijo, “No te es lícito tener la mujer de tu hermano.”

Por algún tiempo Herodes titubeó sobre qué hacer con él … no se atrevía a matarlo inmediatamente porque Juan era bien conocido y querido por muchos. Pero el día del cumpleaños de Herodes, la hija de su mujer ilícita bailó delante de él y de sus invitados. Al finalizar, Herodes le juró que le daría cualquier cosa que ella le pidiera. Previamente instruída por su madre, ella le pidió la cabeza de Juan el Bautista, la cual le fue conce­dida. Juan perdió su vida por mantener su posición de obe­diencia a los mandamientos de Dios que nos demandan no codiciar la mujer ajena.

Cuando supo de la muerte de Juan, Jesús fue a los lugares donde Juan había hablado a las multitudes y comenzó su discurso con las palabras, “Arrepiéntanse, que el Reino de los Cielos se acerca.”

Arrepentirse del pecado significa sentirse apenado por haber hecho algo malo. También significa sentirse mal en hacer más cosas malas. Este arrepentimiento es posible y los viejos hábitos pueden cambiarse.

Dios, los ángeles buenos, los santos del pasado que son hermosos ejemplos de cómo sobreponernos al pecado, son una realidad. Constituyen un poderoso aunque invisible reino espi­ritual llamado el Reino de Dios. Su poder puede obtenerse fácil­mente – uno le pide a Dios que lo ayude a comenzar una nueva vida, y uno lo recibe.

Por aquel tiempo Jesús llamó a doce pescadores a ser Sus primeros discípulos. Encontró a algunos de ellos tirando sus redes al mar, otros remendando sus redes, y El les dijo, “Síganme, y yo les haré pescadores de hombres.” Quería decir que así como hasta entonces ellos habían sólo pescado peces para alimentar a los hambrientos, desde aquel momento comen­zarían a llevar a hombres al conocimiento y amor de Dios y a ayudarlos a comprender lo que la vida verdaderamente significa.

Cuatro de sus primeros discípulos fueron Pedro, Andrés, Juan y Santiago. El y sus discípulos fueron a diferentes lugares ense­ñando, sanando a los enfermos y echando fuera demonios. Su fama crecía y multitudes venían a El.

El Sermón del Monte

Una vez cuando Jesús vio grandes multitudes a su alrededor, Jesús pronunció un discurso desde el tope de un monte. Este es el que se conoce como el Sermón del Monte. (“Predicar” signi­fica hablar la Palabra de Dios como un maestro enviado por El; un “sermón” es el nombre que se le da a esa clase de discurso.)

En el Sermón del Monte Jesús dijo: “Bienaventurados son los pobres en espíritu, los humildes, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los que tienen compasión y un corazón limpio, los que procuran la paz y los que son perseguidos a causa de su posición justa, porque ellos aman a Dios. Son bienaventurados porque el reino de los cielos, las huestes de Sus ángeles y santos están alrededor listos para ayudarlos. En comunión eterna con Dios y Su pueblo encon­trarán consuelo y obtendrán un carácter recto. Dios tendrá misericordia de ellos cuando cometan pecado. Al final, la tierra les pertenecerá – no siempre será gobernada por tiranos. Cristo y Sus seguidores gobernarán. Pero más aun, aquellos que hayan seguido los preceptos de Cristo serán premiados después de la muerte, cuando sus almas vayan al Cielo y vean a Dios cara a cara.

En Su sermón, Jesús enseñó a Sus discípulos que ellos son la luz del mundo. Les exhortó a no esconder su luz, sino a contarles a otros de la verdad que habían encontrado, mani­festarla haciendo cosas buenas de manera que los demás, viéndolos, pudieran glorificar a Dios, el Padre celestial de Quien viene toda cosa buena.

Enseñanzas importantes

Mucho antes que Jesús viniera, los hombres conocían el pecado. Jesús fue más lejos: advirtió a la gente que molestarse con alguien sin causa o insultarlos de nombre pondría en peligro sus propias almas. Existe un lugar llamado infierno, lugar de tormento eterno para todos los pecadores que no se hayan arrepentido. Este podrá ser el destino de quien mantenga acti­tudes hostiles hacia sus semejantes. Jesús nos aconsejó: si alguien tiene algo en contra de otro, vaya a hacer las paces con él antes de ir a adorar a Dios.

El matrimonio por entonces ya era una vieja institución, así como el adulterio era pecado. Jesús fue más lejos también. El enseñó que el acto del adulterio dependía de circunstancias externas y del consentimiento de otra persona para hacerlo posible. Pero Dios ve el corazón y considera ya un pecado el mirar a una persona del sexo opuesto con deseo, aun cuando el acto físico de adulterio no haya ocurrido.

Jesús nos enseñó a actuar decididamente en tales casos, a abandonar hábitos pecaminosos a toda costa, aun al precio de sufrimiento. Cualquier precio es mejor que pasar la eternidad en el infierno.

Jesús prohibe el divorcio completamente, excepto en el caso de una vida continuadamente frívola del cónyuge. El cónyuge culpable no debe volverse a casar, sino esperar por el perdón del compañero o compañera que ha sido traicionado.

Más aun, Jesús prohibió los juramentos, lo cual es inútil cuando la verdad es el principio que nos guía. El dijo que nuestro “Sí” debe ser “sí” y nuestro “No” debe ser “no”. Decir más que esto es malo.

Amar aun a los enemigos

En la época de Jesús, el pueblo del Medio Oriente odiaba a sus enemigos y tenían una ley estricta de venganza: ojo por ojo y diente por diente. Jesús enseñó todo lo contrario. “No resistan al malo. A cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y si alguien quiere ponerte pleito y quitarte la camisa, déjale tomar también el saco. Y si alguien te obliga a ir con él una milla, vé con él dos. Al que te pide dale, y no le vuelvas la espalda al que desea pedirte prestado”.

Jesús también enseñó “Ama a tus enemigos, y bendice a los que te maldicen, haz bien a los que te odian y ora por los que te persiguen, para que seas hijo de tu Padre que está en el Cielo, porque El hace salir su sol sobre el malo y el bueno, y manda la lluvia sobre el justo y el injusto.”

Aun hombres de un nivel espiritual bajo pueden amara a aquellos que los aman a ellos. Hasta los canallas lo hacen a veces. Los ladrones pueden llevarse bien entre ellos. Pero Cristo espera de sus discípulos que sean perfectos como su Padre en el Cielo es perfecto.

Fuerza para orar

El Sermón del Monte continúa con Jesús dándonos el manda­miento de compartir nuestros bienes terrenales con los más pobres, ayunar y orar – eso quiere decir hablar al Dios invisible, igual que cuando hablamos por teléfono o por radio a una audiencia invisible para nosotros. Jesús aseguró que Dios lo ve todo y nos recompensará. Todas las cosas buenas recomen­dadas anteriormente se deben hacer quietamente y no esperando ser elogiados por ello.

En la oración no necesitamos usar muchas palabras, ya que el Padre celestial sabe de antemano lo que necesitamos.

Jesús nos dio un patrón para cómo orar. Recomendamos a nuestros lectores aprender las palabras, las cuales a través del tiempo se han denominado “El Padrenuestro’ y que dicen así:

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en los cielos. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdó­nanos nuestras deudas, como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, para siempre. Amén.”

Todas las oraciones cristianas terminan con la palabra “Amén,” que significa “Yo creo realmente lo que dije en mi oración. He puesto toda mi confianza en mis peticiones.” Es una palabra hebrea que traducida quiere decir “Lo creo.” Confirmas al terminar tu oración con “Amén” que realmente crees en la existencia de un Padre celestial a quien has llamado y en el hecho de la justicia de tus peticiones.

Al decir esta oración ten cuidado con el detalle que has pedido el perdón de Dios así como tú perdonas a aquellos que te han hecho mal a ti. Los que tienen un espíritu rencoroso no pueden ser perdonados.

Vivir sin preocupaciones

Jesús también enseñó que no debemos acumular demasiadas riquezas para uso personal. Su posesión es tan incierta, que mejor es acumular riquezas en el cielo con nuestra humildad, arrepentimiento, sencillez, ayuno, buenas obras y amor que abarque hasta a nuestros enemigos.

Nuestra única intención debe ser agradar a Dios. Uno no puede servir a dos amos simultáneamente, porque uno de los dos será desatendido. Así que no podemos servir a la vez nuestro afán por el dinero y a Dios.

Jesús continuó:

“Por tanto les digo, no se preocupen por la vida, qué van a comer o qué van a beber, ni por el cuerpo, qué van a vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?

“Miren las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni recogen en graneros; y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?

“Y ¿por qué se preocupan por la ropa? Miren cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan” pero, sin embargo, dijo Jesús, ni los reyes ni los millonarios tienen un vestido tan fino.

Concluyó diciendo:

“Si Dios engalana así la hierba del campo, que hoy existe y mañana es echada al horno, ¿no hará El mucho más por ustedes, oh hombres de poca fe?

“Así que no se preocupen diciendo: ¿qué comeremos?, o ¿qué beberemos?, o ¿con qué nos vestiremos?

“Porque el Padre celestial sabe que se necesitan todas esas cosas. Pero busquen primero su reino, y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen del día de mañana, porque el día de mañana traerá sus preocupaciones. Cada día tiene bastantes preocupaciones en sí mismo.”

Jesús también enseñó en el Sermón del Monte:

“No juzguen para que no sean juzgados. Porque de la manera como juzguen, se les juzgará; y con la medida con que miden serán medidos. ¿Y por qué miras la pajita que está en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacarte la pajita del ojo,” cuando la viga está en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Primero saca la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad suficiente para sacar la pajita del ojo de tu hermano.”

De esa forma Jesús nos exhorta a orar, asegurándonos que cada uno que pide al Padre recibe, y el que busca de El halla, y a quien toca se le abrirá. Así como los padres naturales no dan una serpiente a sus hijitos cuando le piden de comer, “cuánto más su Padre que está en los cielos dará lo bueno a los que le piden. Por eso, lo que quieran que los demás hagan por ustedes, eso hagan con ellos, porque ésta es la ley de Dios.­

Buscar el camino estrecho

Jesús nos advirtió de no seguir a las multitudes. Ellas buscan lo que les es más cómodo. Pero ese camino lleva a la destruc­ción. Más bien, debemos escoger el “camino estrecho,” que es el del autosacrificio y la bondad. Este es el que lleva a la vida eterna en un hermoso lugar llamado paraíso, en comunión con Dios. Jesús también advirtió contra los falsos maestros que usan refranes bonitos, pero que por dentro son lobos rapaces. Uno los puede identificar fácilmente por sus crímenes. El verdadero discípulo de Cristo sobrelleva pacientemente y con amor sus sufrimientos. El fruto muestra la calidad de un árbol. Asimismo sus acciones demuestran la calidad de aquellos que se auto­proclaman maestros de la humanidad.

Hablando de estas cosas, jesús sonó de nuevo la alarma: Cada árbol que no trae buen fruto es cortado y echado al fuego.”

Jesús nos pide una vida de la cual ninguna virtud sea ajena. Llamarle “Señor, Señor,” decir con los labios que eres crisitano, no es suficiente para entrar en el Reino de los Cielos. Pera esto, hay que hacer la voluntad del Padre que está en los Cielos. Cualquier otra cosa que hagas no sirve de nada.

El Sermón del Monte concluye con las siguientes palabras:

“Por eso, cualquiera que oye estas palabras mías, y las pone en práctica, se puede comparar a un hombre sabio, que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no cayó, porque había sido fundada sobre la roca. Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será como un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Y cayó la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su derrumbe.”

El resultado fue que cuando Jesús terminó estas palabras, las muchedumbres se maravillaban de sus enseñanzas, porque les enseñaba como uno que tiene autoridad.

Después de haber terminado su sermón, Jesús continuó viajando y haciendo el bien a las gentes.

Jesús sanó muchos enfermos. La mayoría eran judíos como Jesús, pero El también sanó a muchos de otras naciones, procla­mando que el Reino del Cielo está abierto a todas las razas. También sanó almas, diciéndoles a los que a El venían que sus pecados estaban perdonados, sin preguntarles detalles como: cuáles pecados, cuántos, o cuán graves. Jesús perdonó a todos los que tuvieron fe en El. En algunas ocasiones Jesús hasta le dio de nuevo vida a personas que habían muerto. El es el Hijo de Dios, así que El puede hacer cosas que hombres ordinarios no pueden hacer.

Jesús calma la tempestad

Una vez Jesús estaba en un barco con Sus discípulos, cuyo número había aumentado con el tiempo. Una tempestad que se presentó causó olas que cubrían el barco, pero Jesús estaba dormido. Los discípulos lo despertaron apresuradamente, diciendo: “Señor, sálvanos, que perecemos.” Fue suficiente para Jesús decirle al mar que se calmara para que así sucediera. Hasta los elementos le obedecían.

Pero la actividad más importante de Jesús consistía en ir a los pueblos y ciudades, enseñando por todas partes y predicando las buenas noticias sobre el Reino de los cielos, que es una vida llena de gozo, como la del novio con su desposada. El gozo viene del saber que los pecados de uno han sido perdonados, y que Dios es nuestro Padre amante. Cuando mueres, no desapa­reces, sino que estarás por la eternidad en el Cielo con este Padre y con todos los santos.

Nombramiento de los apóstoles

Jesús envió a sus primeros discípulos a hacer las mismas obras que El hacía. Ellos también sanaron enfermos, levantaron a los muertos, echaron fuera demonios, y extendieron las ense­ñanzas sobre el Reino de Dios. Los discípulos fueron ordenados a hacer todas esas cosas libremente, no enriqueciéndose, y a veces hasta a renunciar a las necesidades de la vida. Tenían que autosacrificarse. Jesús les aseguró a Sus discípulos, entre los cuales nombró doce “apóstoles” o sea “mensajeros” que los hombres serían responsables ante el juicio de Dios por la manera en que trataran a los que hablaran en Su nombre.

Los discípulos no podían esperar nada bueno de un mundo malo. Jesús les advirtió: “Les envío como a ovejas en medio de lobos.” Sus vidas corrían peligro, por eso los discípulos tenían que ser prudentes y cuidadosos. Tenían que cuidarse de hombres que les perseguirían. Muy a menudo hasta los parientes más cercanos podían causarles que les impusieran la pena de muerte. Muchos odiarán a los discípulos por simple­mente ser discípulos de Jesús, pero, sin temor, los discípulos tienen que hablar de El aun hasta a los gobernantes que los encarcelan y torturan. Las palabras adecuadas les serán dadas según las necesiten por Dios mismo, y deben soportar cualquier cosa. El que es fiel hasta el fin se salvará e irá al Cielo con Dios.

Esto no quiere decir que los cristianos deben permitir que les sobrevenga la persecución. En tanto como sea posible, deben huir de los lugares donde la persecución sea extrema.

La vida cristiana es una lucha

Los hombres perversos aumentaron su ira contra Jesús. Les molestaba que las gentes lo amaran. Se consideraban a sí mismos buenos y les indignaba que Jesús los llamara “peca­dores” y les pidiera que se arrepintieran. Tampoco respetó Jesús las leyes e inútiles tradiciones establecidas por hombres impíos. La gente malévola comenzó a esparcir rumores de que Jesús era un demonio.

Jesús sabía que el odio hacia El se extendería también a sus discípulos y por eso les advirtió: “El discípulo no está por encima de su maestro. Si al jefe de la casa le han llamado diablo, ¡cuánto más a los de su casa!” Les dijo a sus discípulos una y otra vez que tendrían que sufrir por la fe, que podrían hasta perder la vida. Pero también les dijo, “No tengan miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.” Debemos más bien temer a Dios quien nos puede enviar al infierno.

Cuando estamos en peligro, Dios cuidará de nosotros, Ni siquiera un pajarito cae a tierra sin que el Padre lo permita. En cuanto a los discípulos de Jesús, hasta los cabellos de sus cabezas están contados. No debemos temer a nadie.

Tenemos que hablarles a otros de Jesús, y entonces El nos reconocerá delante del Padre como Suyos. Pero si le negamos delante de los hombres, Jesús también nos negará delante de Su Padre.

La vida de un discípulo de Jesús es una lucha continua. Pero tendrá que preferir a Jesús aun por encima de su propio padre, madre o hijo. Debe estar listo a aceptar hasta una muerte dolorosa por ser creyente en Cristo. La vida que el discípulo pierde en este mundo, la hallará otra vez después de la muerte en mayor abundancia.

Jesús invita a todos

Jesus les dio a sus discípulos todas estas instrucciones y ellos salieron a enseñarlas a su vez. Algunos aceptaron su mensaje, pero la mayoría no. La explicación que el mismo Jesús dio sobre el rechazo de sus enseñanzas fue que aunque tienen cuerpo de adultos, sus mentes son infantiles. En vez de aceptar las instruc­ciones del sabio, más bien tratan de dictar al sabio cómo comportarse. Los que no conocen la verdad de la vida encon­trarán falta con cualquier cosa que haga un santo. Si come y bebe moderadamente, le tildarán de glotón, borracho y amigo de pecadores. Si se cohibe de disfrutar los placeres de la vida, lo criticarán por eso también.

Así que Jesús trató de llamar a la gente al arrepentimiento sin cesar. Les decía, “Vengan a mí, los que están muy cansados y cargados, y yo les haré descansar. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus almas, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.” Es verdad que quisás tengan que sufrir por ser mis discípulos, pero los sufrimientos de este mundo no son nada en comparación con la gran recompensa que los creyentes recibirán después de morir, en el Cielo.

Jesús fue un ejemplo de la vida en el más alto plano de virtud y pureza, pero no obstante El comprendía las debilidades de los hombres. Expresó su completa simpatía por aquellos que, movidos por el hambre o por la urgencia sexual hacían cosas que normalmente no se permitirían. Aun cuando un hombre estuviera tan débil como una caña aplastada, Jesús no quebraría la caña. Y si alguien fuera como una mecha que apenas humea, puede estar seguro que Jesús no lo apagaría. Al contrario, les dio a los hombres nueva fortaleza para hacerles victoriosos en su lucha por el bien.

Ponte a Su lado, aunque la debilidad de tu carácter no te permita cumplir con todas las cosas que Jesús ordenó. Ponte a Su lado, porque el que no está con Jesús está en Su contra. Toda clase de pecado y malas palabras dichas hasta en contra de Dios pueden ser perdonadas a los hombres, pero rechazar a Jesús cuando sabes la verdad acerca de El no será perdonado. No puedes obtener perdón por pecar contra lo que sabes es verdad.

Los hombres buenos producen buenas cosas del buen tesoro de sus mentes. Los hombres malos producen cosas malas de su tesoro maligno. Todos los hombres serán juzgados por Dios después de morir. En ese juicio, tendrán que dar cuenta de todas las palabras que han emitido. La hipocresía será entonces desenmascarada, porque palabras hermosas que no fueron secundadas por obras hermosas te condenarán.

Pero Jesús, aunque continuamente enseñaba las leyes de la virtud y el amor, sabía bien que el hombre no es capaz de lograrlas porque sus pecados son muchos y el hombre sólo no los puede conquistar.

Jesús carga con nuestros pecados

Por lo tanto, Jesús comenzó a insinuar la idea, que con el tiempo se fue haciendo más clara, que el tomaría en Sí mismo el pecado de todos los hombres. Así como el maestro considera la ignorancia de sus alumnos como un reto más que una censura, así Jesús considera su deber tomar en Sí mismo toda la pecami­nosidad e inmoralidad de la humanidad, para cumplir en Su cuerpo la sentencia de muerte que merecemos por haber pecado contra Dios, y así liberarnos, salvarnos de nuestros pecados. Si debes una multa, pero un amigo la paga por ti, la justicia está satisfecha. Así Jesús decidió pagar la pena que está señalada por nuestros pecados – la muerte. Al morir por nuestros pecados, todos los que creen en su sacrificio son perdonados por todos sus errores. Se vuelven más blancos que la nieve, y no importa la multitud de sus ofensas pasadas, ante Dios es como si jamás hubieran cometido pecado.

Historias que contó Jesús

Jesús a menudo contó historias en forma de parábolas, historias sencillas que eran como alimento para el pensa­miento.

He aquí algunas de esas parábolas:

En una se comparó a Sí mismo como un sembrador que sembraba la semilla en la manera primitiva de aquel tiempo, cuando no habían maquinarias. El sembrador salió a sembrar, no grano, sino la Palabra de Dios. Eso no es como sembrar cualquier clase de semilla, que uno puede controlarlo para que no se desperdicie. Cuando se siembra la Palabra de Dios, depende de las voluntades de los hombres el aceptarla o no. Así, cuando este sembrador salió a sembrar, algunas semillas cayeron junto al camino y las aves se las comieron. Eso es lo que sucede cuando alguien no comprende la Palabra de Dios. El diablo viene y le hace olvidar rápidamente lo que oyó. Otras semillas cayeron en lugares rocosos donde no había mucha tierra. Brotaron con facilidad, pero como no tenían mucha profundidad las raíces, cuando salió el sol se quemaron las plantas. Así hay quienes reciben la Palabra de Dios con gozo, pero la abandonan cuando surge la tribulación y la perse­cusión. Algunas semillas cayeron entre espinos, y los espinos crecieron y las ahogaron. Esas son las gentes que oyen la Palabra, pero los cuidados materiales y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra y no da fruto. Tales gentes son inútiles para el Reino de Dios. Pero otras semillas cayeron en buen terreno y dieron fruto que se multiplicó a ciento, otras a sesenta y otras a treinta por uno. Esos son los que oyen la Palabra y la comprenden y según su capacidad dan servicio a la causa del Reino de Dios.

En otra parábola Jesús dijo que el Reino de los Cielos es semejante a un hombre que siembra buena semilla en su campo. En esta parábola el Sembrador también es Jesús. El ha sembrado en su campo, que es el mundo, buena semilla, eso es, gente que ama el Reino de Dios. Pero mientras la gente duerme, el enemigo de Jesús, el diablo, viene y siembra cizaña entre el trigo, esta cizaña representando a los hombres malignos. Cuando brotó el trigo y produjo grano, la cizaña también se hizo evidente. Entonces sus siervos fueron y le dijeron, “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde ha salido esta cizaña? Y El les respondió, “El diablo lo hizo.” Entonces los siervos le preguntaron, “¿Quieres que vayamos y saquemos a los malos?” Pero El les dijo, “No. No es fácil distinguir bien entre los buenos y los malos. A lo mejor sucede que tratando de sacar la cizaña, saquen también el trigo. Hay que dejar los buenos y los malos, que crezcan juntos hasta que llegue el tiempo de la siega. Entonces los malos, represen­tados por la cizaña, serán quemados en el infierno, y el trigo que representa a los buenos, serán congregados en el Paraíso. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Jesús también dijo que el Reino de Dios es como un tesoro o una perla de gran precio, por la cual uno lo vende todo, para poder comprarla.

La gente a veces se escandaliza por cristianos que cometen pecados y hasta crímenes. Jesús dijo que el Reino de los Cielos es como una red tirada al mar que junta toda clase de peces. Cuando se llena, los pescadores solamente echan el pescado bueno en el barco y tiran lo demás. De la misma manera, hay cristianos buenos y malos en las iglesias. Mucha gente comete el error de juzgar el cristianismo por las multitudes de cristianos indignos, en vez de mirar a los santos que han estado y están en la iglesia. Pero cuando llegue el fin del mundo, los ángeles vendrán y separarán los malos de los justos. Y entonces los malos serán echados en el horno ardiente donde habrá lloro y crujir de dientes.

Jesús alimenta a los hambrientos

Mucha gente del pueblo de Nazaret, donde Jesús se había criado, se quedaban atónitos con Sus enseñanzas y decían, “¿De dónde sacó este hombre tanta sabiduría y poder, todas estas curas milagrosas y el levantamiento de muertos? El no es más que el hijo del carpintero.” Aunque veían sus obras maravi­llosas, no creían en El. Es difícil ser apreciado por aquellos que te conocen más de cerca.

Jesús era muy sensible a las necesidades de las multitudes. Una vez, estando rodeado por una gran multitud, sus discípulos le dijeron, “Este es un lugar desierto y se está haciendo tarde. Dile a la gente que se vayan a los pueblos a comprar comida.” Pero Jesús replicó, “No necesitan irse. Dénles algo de comer.” Los discípulos contestaron, “Pero solamente tenemos cinco panes y dos pescaditos.”

Jesús les dijo, “Tráiganmelos acá.” Entonces, ordenando a la multitud que se reclinara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, y mirando hacia el cielo bendijo los alimentos, y partiendo los panes se los dio a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y todos comieron y quedaron satisfechos. Entonces recogieron lo que sobró de los pedazos, doce canastas llenas. Y los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

No dudar nunca

Y después que Jesús hubo despedido a la multitud, subió solo al monte a orar. Los discípulos se fueron en un barco y lo dejaron allí. Pero estando el barco en el medio del gran lago, comenzó a azotarlo una tormenta. Al amanecer, Jesús fue hacia los discípulos, caminando por el agua. Cuando lo vieron, se atemorizaron.

Pero en seguida Jesús les habló diciendo: No se asusten, soy yo mismo.” Y Pedro le respondió y dijo: “Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua. Y El le dijo: “Ven.” Y Pedro salió se la barca y caminó sobre el agua, y fue hacia Jesús.

Pero viendo la fuerza del viento se asustó, y empezando a hundirse gritó diciendo: “¡Señor, sálvame!” Al instante, Jesús tendió su mano y le sostuvo diciéndole: “Hombre de poca fe. ¿Por qué dudaste?” Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó. Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: “En verdad, tú eres el Hijo de Dios.”

Jesús es el Salvador

Jesús dijo que los hombres generalmente están ansiosos por poner los bocados más sabrosos y limpios en sus bocas, pero no les importa mucho lo que sale de ellas. Esas son las cosas que nos ensucian. Expresan pensamientos soeces, palabras que incitan al adulterio o la muerte; planean robos, levantan falsos testimonios, hablan irreverentemente de Dios. Nos debe preocupar más lo que sale de nuestras bocas que lo que entra en ellas.

Sus discípulos se convencían cada vez más de que Jesús era el Salvador. Cuando en cierta ocasión El les preguntó, “¿Quién dice la gente que soy yo?”, uno de los discípulos, Simón Pedro, respondió, “Tú eres el Salvador, el Hijo del Dios viviente.” Jesús entonces les prometió que El construiría la comunión mundial de creyentes que se llama la Iglesia cristiana y que ni aun los más fieros enemigos podrían prevalecer contra ella. Los discípulos tenían esta promesa, pero también una gran responsabilidad: desatar a la gente de sus pecados para que pudieran estar limpios por toda la eternidad en el Cielo.

Pero ¿cómo desatar la gente del pecado? Nuestros esfuerzos, nuestra voluntad no nos liberan del pecado. Un hombre que se está ahogando no puede salvarse a sí mismo del agua – otro lo tiene que hacer. Por eso Jesús les explicó a sus discípulos cada vez más claramente que El tendría que sufrir muchas cosas y hasta morir por nuestros pecados. Tenía que sacrificarse a Sí mismo por nosotros. El tomó en Sí todas nuestras culpas y cargó el pesado castigo. Pero también les dijo a los discípulos que al tercer día se levantaría de los muertos. Jesús no permitió que nadie le desviara de Su propósito de sufrir por nuestras transgre­siones.

El no consideró el sufrimiento siempre como algo malo. El sufrimiento puede ennoblecer. Por eso El enseñó: “Si alguien quiere seguirme, primero tiene que negarse a sí mismo, y estar listo a soportar el peligro de hasta una muerte dolorosa. Porque el que quiere salvar su vida a toda costa, la vacía de todo conte­nido, de un ideal valioso. Pero el que pierda su vida por causa de Cristo, la hallará, porque vivirá eternamente con Dios. ¿De qué aprovecha a uno ganar el mundo entero y perder su alma, manchándola continuamente de pecado? ¿Qué se le va a responder a Dios, el juez, cuando les pida cuenta del estado de su alma?”

Jesús vendrá de nuevo con Sus ángeles al final del mundo, y entonces El recompensará a cada uno según sus obras.

El enseñó que si tenemos aunque sea un pequeño grano de fe, podremos mover montañas de dificultades. Nada es impo­sible para quien tiene fe. En nuestra lucha contra el diablo tenemos que hacer uso de la oración y el ayuno.

Mansedumbre, paz y cuidado por el alma de tus semejantes

Jesús estaba en contra de la altanería. Sus discípulos una vez le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?” Y Jesús llamó a un niñito y dijo: “Verdaderamente les digo, a no ser que se conviertan y se hagan como uno de estos niñitos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Y cualquiera que reciba a uno de estos pequeñitos que creen en mí, a mí recibe. Pero cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, sería mejor que se le atara al cuello una piedra de molino y que se ahogara en lo profundo del mar. Es inevitable que haya pecado; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”

Según las enseñanzas de Jesús, los hombres deben respetarse mutuamente. Nos advirtió: “Cuidado con menospreciar a uno de estos pequeñitos, porque les digo que sus ángeles en los Cielos contemplan siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos.” No podemos menospreciar a nadie aunque sea un terrible pecador, porque Jesús vino a salvar a los que estaban perdidos en el pecado.

En los países socialistas, los hombres no son dueños de sus propios campos, excepto en muy pocos casos. Pero Jesús vivió en otra época cuando existía la propiedad privada, y dijo:

“¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en las montañas, y va en busca de la que anda descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad les digo que se alegra más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así no es la voluntad del Padre que está en los Cielos, que se pierda uno de estos pequeñitos.”

Los discípulos de Jesús tienen que ser hombres de paz. Si alguien te hace un daño, discútelo con él en privado. Si te escucha, has ganado el amor de tu hermano; si no, debes hablar con él de nuevo en presencia de dos o más testigos. Si aún no te escucha, lleva tu causa a la asamblea de creyentes. Quien­quiera que no escucha lo que dice, ese no es cristiano, sino un pecador perdido, por cuya salvación y bienestar tenemos que preocuparnos con amor. Pero el pecador se ha puesto a sí mismo en una posición difícil, porque la decisión de la Iglesia será respetada hasta en los Cielos.

Todo se debe hacer en oración. Si dos discípulos de Cristo se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieren pedir, les será hecha por nuestro Padre que está en los cielos. Cuando dos o más están juntos en el nombre de Jesús, El está allí con ellos de una manera invisible.

Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces debía perdonar a un hermano. ¿Sería suficiente siete veces? Jesús le contestó que tenemos que perdonar sin límites. Hemos sido perdonados por Dios por multitud de pecados que no podríamos ni contar, asi­mismo tenemos que sentir compasión por los que nos han hecho daño y no pueden reparar el mal hecho. Dios perdona todos los pecados a los que se arrepienten pero cancela el perdón si el que lo obtuvo, a su vez, no muestra un espíritu perdonador hacia aquellos que le han ofendido.

Jesús fue el gran amante de los niños. Una vez, cuando le trajeron muchos pequeñitos para que orara por ellos, los discí­pulos regañaron a los padres, pensando que los niños podrían llorar y perturbar la reunión que Jesús estaba llevando a cabo. Pero Jesús les dijo: “Dejen a los niñitos venir a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”

El peligro de las riquezas

Un hombre rico vino a Jesús y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué obra buena haré para obtener la vida eterna?” Jesús le
dijo, No matarás, no adulterarás, no robarás, no dirás falso testi­monio; honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo. El hombre le dijo que había hecho todas esas cosas desde niño, pero todavía sentía que le faltaba algo. Entonces Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme.” Pero el hombre rico se fue, triste, porque tenía muchas riquezas que no deseaba compartir. Entonces Jesús les dijo a Sus discípulos: “Verdaderamente les digo que es difícil para el rico entrar en el Reino de los Cielos, Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios.”

Las riquezas son un gran impedimento para el que desee obtener la vida eterna. Pero con Dios todo es posible. El puede salvar todo hombre, de todas las categorías sociales. Nunca dudes dejar tu casa, tus hermanos, tus padres o tus hijos por Cristo. En el Cielo recibirás cien veces más cosas buenas y por la eternidad.

No dudes venir a Dios si estás viejo. Nunca pienses que es demasiado tarde. El que venga a Dios en la última hora de su vida puede recibir la misma recompensa que el que vino en la niñez. Cuando oigas el mensaje de Cristo, ¡simplemente ve a El! Jesús continuamente dio enseñanzas así, y también les dijo a los discípulos lo que le sucedería a El con mayor detalle. Sería traicionado a las autoridades, le condenarían a muerte, le azotarían, se burlarían y le clavarían las manos y los pies a una cruz. Moriría, pero al tercer día resucitaría. Tenía que morir porque nosotros hemos pecado y merecemos el castigo. El tomó nuestros pecados y así nos libertó. Estamos limpios porque Su sacrificio nos lavó de toda mancha moral.

Los discípulos no comprendían todo lo que El les decía. Les preocupaba quién tendría el lugar más alto en el Reino de los Cielos. Jesús les dijo que vendrían momentos en los que tendrían que tomar de la misma copa amarga como El, y hasta entonces tendrían que ser humildes.

Jesús dijo que los gobernadores de las naciones ejercen dominio sobre ellas. Pero no es lo mismo con los cristianos. Quienquiera que desee ser el mayor entre los discípulos de Cristo, debe convertirse en el siervo de los demás.

Jesús en Jerusalem

Había un gran templo en Jerusalem, pero muchos males se habían metido allí. Algunos sacerdotes habían comercializado la religión. Jesús botó a los mercaderes y tumbó sus mesas de cambio, diciéndoles que el templo es casa de oración y no nido de ladrones que se roban el dinero del pueblo bajo el pretexto de la religión.

En Jerusalem, nuevamente Jesús exhortó a los pecadores al arrepentimiento, contándoles esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero le dijo: Hijo, ve a trabajar hoy en la viña. Y él respondió y dijo: Sí, señor. Pero no fue. Y llegán­dose al segundo le dijo lo mismo; pero él respondió y dijo: No quiero. Mas después se arrepintió y fue, ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” Pues el segundo, que aunque inicial­mente rehusó, después se arrepintió e hizo la voluntad del padre. Asimismo las prostitutas y los ladrones, si se arre­pienten, entrarán en el Reino de los Cielos más fácilmente que los que dicen palabras hermosas y religiosas pero no cumplen con la voluntad de Dios.

Jesús les advirtió a los que no querían escucharlo a El o sus discípulos y no querían someter sus vidas y todas sus habili­dades al servicio de Dios, que sus almas serían destruidas. En cuanto a El mismo, sabía que los jefes de govierno le recha­zarían, pero que El se convertiría en la Cabeza de una nueva humanidad, renacida, y gobernada con justicia y amor.

Preguntas a Jesús

Los enemigos de Jesús comenzaron su complot para destruirlo. Palestina, el país donde Jesús vivía (hoy llamado Israel), estaba entonces bajo el dominio de Roma, y cualquier comentario desagradable con respecto al Emperador Romano era castigado con la pena de muerte. Así que los enemigos de Jesús trataron de provocarle a hacer declaraciones en contra del Emperador. Fueron con palabras halagadoras, a preguntarle si El creía correcto que se le pagaran impuestos a Roma. Si El hubiera contestado “Sí,” habrían incitado a la población en su contra, ya que resentían las duras tarifas que se les imponían. Si hubiera dicho “No,” entonces lo habrían denunciado a las autoridades como enemigo del estado. Pero Jesús les respondió: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

La gente le hacía a Jesús toda clase de preguntas, aun hasta sobre las relaciones sexuales en el Cielo. Suponiendo que una viuda se vuelve a casar, quizás varias veces, y al fin se muere, ¿de quién será esposa en la otra vida? Jesús les dio una sencilla respuesta. Los que resucitan de los muertos no se casan, sino que son seres espirituales como los ángeles. La vida continúa después de la muerte, pero bajo circunstancias diferentes.

Cuando le preguntaron cuál mandamiento consideraba el más importante, Jesús respondió: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón y con toda tu mente. Este es el primer mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’

Jesús no habló solamente contra el pecado y la falta de fe en Dios, sino también contra la falsa religiosidad, que consiste en decir a otros cosas santas, pero no actuar de la misma manera personalmente. Consiste en hacer de la religión una carga pesada con muchas pruebas para los otros, mientras que se indulge en pecado uno mismo. Consiste en el orgullo. Las cristianos sólo tienen un Señor, Jesús, y todos son hermanos. Habrá diferencias de rango y tareas, pero el mayor entre los cristianos debe ser el siervo de sus hermanos creyentes. Dios humillará a los orgullosos y exaltará a los humildes.

Jesús ataca la hipocresía

Jesús intensificó la enemistad de algunas personalidades importantes que ya estaban en contra de El, al criticarlos públicamente con palabras duras pero justas. Denunció a los que no eran misericordiosos, moderados y fieles, que vivían en lujo mientras que hacían largos discursos sobre el bienestar público. Denunció la religiosidad que consiste en hacer símbolos exteriores mientras que se lleva una vida de excesos y deshonestidad. Dios mira el corazón. El no puede ser burlado. El puede ver si estás lleno de hipocresía e iniquidad adentro, aunque por fuera aceptes la religión. A tales hombres Jesús denominó “serpientes” y “generación de víboras” Deploró la suerte de sus contemporáneos. Hubiera querido juntarlos como una gallina a sus polluelos bajo sus alas, pero no querían venir a El. Jesús advirtió que el mundo sería una desolación hasta el día que se vuelva a El diciendo: “Bendito el que viene en el nombre de Dios.”

Predicciones de Jesús

Jesús predijo muchos eventos que sucederían mucho después de su partida de entre nosotros, Predijo la destrucción de Jerusalem por los romanos, evento que sucedió treinta años después de Su muerte.

También hizo predicciones válidas para los días que vivimos. Dijo que muchos hombres se levantarían clamando ser salva­dores de la humanidad y que engañarían a muchos. Predijo guerras y rumores de guerras; que una nación se levantaría contra otra; que habría hambres, pestilencias y terremotos. No obstante, todas estas cosas serán sólo el principio de dolores. Los cristianos serán afligidos, y muchos serán muertos. Serán odiados por todas las naciones por ser fieles a Jesús. A causa del terror, algunos cristianos perderán su fe y hasta se traicionarán unos a otros. Muchos falsos maestros se levantarán entre ellos y esparcirán el engaño. Como resultado, el amor de muchos se enfriará, pero los que pacientemente sufran todas las tribula­ciones serán salvadós por Jesús.

Jesucristo también predijo que Su mensaje sobre el Reino de Dios sería predicado por todo el mundo. Entonces vendrá el fin.

Jesús, quien está en el Cielo ahora, vendrá de nuevo a la tierra después de esas tribulaciones, y eventos misteriosos se verán en los cielos.

Antes de venir otra vez, Jesús mandará a Sus ángeles con un sonido de trompeta y ellos recogerán a Sus amados de todas partes del mundo.

Así, cuando vemos todas estas tribulaciones, sabemos que Jesús está cerca, casi a las puertas. Esta generación no pasará hasta que todas esas cosas sean cumplidas. El Cielo y la tierra pasarán, pero las palabras de Jesús no pasarán.

Ningún hombre ni ningún ángel, sino sólo Dios sabe el día y la hora cuando Jesús regresará. Los hombres estarán bebiendo y comiendo, en fiestas y casamientos, sin pensar en el retorno de Jesús. Sucederá repentinamente. Entonces habrá una sepa­ración: de dos hombres que estén trabajando en un campo o factoría, el que haya sido fiel será llevado a Jesús, el otro se quedará.

Jesús por tanto nos advierte: “Cuidado, porque no sabe a qué hora vuestro Señor viene.” Tenemos que estar listos, porque a la hora en que menos lo esperamos, Jesús, que es el Señor, vendrá. Bendito el siervo a quien Jesús, cuando regrese, encuentre compartiendo su conocimiento de Dios con otros. Jesús hará a este siervo el gobernador sobre todos sus bienes. Pero si un siervo malo se dice a sí mismo, “Jesús demora su regreso” y comienza a maltratar a sus consiervos, y come y bebe con los borrachos, el Señor de ese siervo vendrá inesperadamente y el siervo infiel será enviado al lugar del llanto.

El juicio final

Jesús ha dado a cada uno de Sus discípulos la habilidad de servirle. Algunos tienen mayor habilidad, otros menos, pero todos pueden ser útiles. Cuando Jesús regrese, los discípulos le mostrarán lo que hicieron con las habilidades que el les dio. A los que la incrementaron, El les dirá: “Bien hecho, buen siervo y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor.” Pero habrá también algunos que no usaron sus habilidades. Estos son los siervos infieles e inútiles. Serán echados en las tinieblas.

Cuando Jesús venga la segunda vez en gloria, con todos Sus santos ángeles, todas las naciones se congregarán ante El. El separará unas de las otras, como un pastor divide sus ovejas de las cabras, y pondrá las ovejas a su mano derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces Jesús dirá a los de Su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque yo tuve hambre y me dieron de comer; y estuve desnudo y me cubrieron; estuve enfermo y me visitaron. Estuve preso y vinieron a mí.”

Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer, o con sed y te dimos de beber? Y ¿cuándo te vimos como forastero y te recibimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?

Y Jesús entonces les responderá: “Verdaderamente les dijo que en la medida en que lo hicieron a uno de estos hermanos míos, aun a los más humildes, a mí lo hicieron.”

Entonces El les dirá a los de la izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, y tuve sed y no me dieron de beber. Fui forastero y no me reci­bieron, desnudo y no me fisitaron. Entonces ellos también responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed,. o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces El responderá diciendo: “Verdaderamente les digo que, en la medida en que no lo hicieron a ninguno de estos humildes, a mí tampoco lo hicieron.” Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.

Jesús es traicionado

Después de dar todas estas enseñanzas, Jesús dijo a Sus discípulos: “Saben que dentro de dos días se celebra la fiesta. Entonces seré entregado para ser clavado a una cruz y morir allí.” Y así sucedió.

Los gobernadores del pueblo, cuyo jefe era Caifás, deci­dieron matar a jesús.

Jesús lo sabía. Se sentó en una casa en el pueblecito llamado Betania. Una mujer vino a El con un frasco de un costoso perfume y lo derramó sobre Su cabeza. Los discípulos lo vieron y expresaron su indignación, diciendo: “¿Para qué este derroche? Este perfume podía haber sido vendido a un precio muy elevado, y el dinero dado a los pobres.” Pero Jesús les dijo: “¿Por qué molestan a la mujer? Ella ha hecho conmigo una buena obra. A los pobres siempre los van a tener con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella lo hizo para prepararme para la sepultura (según prescribe la costumbre judía). Ciertamente les digo, dondequiera que se cuente mi historia en el mundo entero, también se contará lo que esta mujer hizo, en memoria de ella.”

Entonces uno de los discípulos de Jesús, llamado judas, fue a los gobernantes y les dijo: “¿Qué me darán si les entrego a Jesús?” Y ellos le prometieron treinta piezas de plata. Desde entonces, judas buscaba una oportunidad para entregar a Jesús en manos de los gobernantes.

La Ultima Cena

Cuando llegó la noche de la fiesta, Jesús fue con Sus doce dis­cípulos escogidos y les dijo: “Ciertamente les digo, uno de ustedes me traicionará.­

Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: Ciertamente no yo, ¿verdad, Señor? Y él respon­diendo les dijo: “El que metió la mano conmigo en el tazón, es el que me traicionará.”

Luego El añadió: “¡Ay de aquel hombre por quien soy traicionado. Le hubiera sido mejor a ese hombre no haber nacido.” Entonces judas, el que le estaba traicionando, le preguntó: “¿Señor, soy yo?” Y Jesús le respondió: “Tú mismo lo has dicho.”

Mientras comían, Jesús tomó el pan y le dio gracias a Dios por él, y lo partió y le dio a los discípulos diciendo: “Tomen, coman, éste es mi cuerpo.” Y tomó una copa y dio gracias, y la dio a ellos, diciendo:

“Beban de ella todos, porque esto es mi sangre que es derra­mada por muchos para el perdón de los pecados. Yo hago un pacto con ustedes de que vuestros pecados son perdonados.”

Los cristianos, cuando se reúnen, recuerdan la muerte de Jesucristo comiendo un pedazo de pan que simboliza Su cuerpo quebrado por ellos, y toman de una copa de vino en memoria de la sangre de Cristo, derramada por nosotros los pecadores.

Después de esto, cantando himnos a Dios, Jesús salió con Sus discípulos a un lugar cercano. En el camino, les dijo’ que El, el Pastor, sería herido y los creyentes, las ovejas de la manada, esparcidos. Pero también les aseguró que se levantaría de los muertos y los encontraría.

Pedro le aseguró a Jesús que aunque otros discípulos lo dejaran solo en el momento de peligro, él, Pedro, nunca lo haría. Pero Jesús replicó: “Ciertamente te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces.” Pedro le dijo: “Afinque tenga que morir contigo, no te negaré.” Y los demás discípulos le dijeron lo mismo.

El arresto de Jesús

Luego Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní y les dijo a Sus discípulos: “Siéntense aquí mientras yo voy allá y oro.” Y llevó consigo a tres de Sus discípulos, y comenzó a entristecerse y angustiarse. Les dijo: “Mi alma está profunda­mente afligida, hasta el borde de la muerte. Quédense aquí y oren conmigo.” Entonces se fue un poco más lejos y cayendo sobre su rostro, oraba diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres.” Entonces, regresando a los discípulos, los encontró dormidos, y le dijo a Pedro: “¿Conque no pudiste velar conmigo por una hora? Sigan velando y orando, para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.”

Se fue otra vez por segunda vez y oró diciendo: “Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.­Y regresó y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y los dejó de nuevo, y se fue y oró por tercera vez, diciendo lo mismo.

Entonces regresó de nuevo a los discípulos y les dijo: “¿Todavía están durmiendo y descansando? He aquí ha llegado la hora en que seré entregado en las manos de pecadores. Vamos, el que me entrega está aquí.­

Y mientras estaba aun hablando, llegó judas con una gran multitud con espadas y garrotes, enviados por los gobernantes del pueblo. Judas les había dado una señal, diciendo: “Aquel a quien yo bese, ése es: préndanlo.” Entonces llegó judas a Jesús y le dijo: “¡Salve, Maestro!” y lo besó. Jesús le contestó: “Amigo, haz lo que viniste a hacer.” Entonces ellos se llegaron y echaron mano de Jesús, y le prendieron. Y sucedió que uno de los que estaban con Jesús extendió la mano y sacó la espada, e hirió la mano del esclavo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. Pero Jesús le dijo, “Guarda tu espada, porque todos los que la espada toman, por la espada perecerán. ¿No crees que puedo invocar a mi Padre, y El al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero los profetas antiguos predijeron que debo sufrir por los pecados de la humanidad, pera que puedan ser perdonados e ir al Cielo.”

Entonces Jesús le dijo a la multitud: “¿Por qué han venido con espadas y garrotes a prenderme, como si yo fuera un ladrón? Todos los días me sentaba en el templo a enseñar, y no me prendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las palabras de los profetas.” Entonces todos los discípulos lo dejaron y huyeron.

El juicio de Jesús

Y los que habían prendido a Jesús lo llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde estaban también otros gobernantes.

Y Pedro también le siguió a distancia, hasta el patio del palacio del gobernador, y entró y se sentó con los oficiales para ver cómo terminaba todo aquello. Entonces Caifás le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios?” Jesús respondió afirmativamente y añadió: “Me verás sentado a la diestra del Padre y viniendo en las nubes del cielo.” Esto fue suficiente para que Caifás lo considerara merecedor de la condena. No hacía falta tener testigos. Entonces le escupieron y le dieron golpes, y decían: “Adivina, Cristo, ¿quién es el que te pegó?”

Entretanto, Pedro estaba sentado afuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: “Tú también estabas con Jesús.” Pero Pedro tuvo miedo y lo negó delante de todos, replicando: “No sé de qué estás hablando.” Y cuando había salido al portal, otra sirvienta se le acercó y dijo: “Este hombre estaba con Jesús.” Y otra vez él lo negó con un juramento: ” ¡Yo no conozco a ese hombre!” Y un poco después se acercaron los que estaban allí y le dijeron a Pedro: “Seguro que tú también eres uno de ellos, tu manera de hablar te descubre.” Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: “¡Yo no conozco a ese hombre!” E inmediatamente cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: “Antes de que el gallo cante, tú me negarás tres veces.” Y salió, y lloró amargamente.

En aquellos días la región que ahora se llama Israel era una provincia romana. Los gobernadores de los pueblos no podían llevar a cabo la pena de muerte sin la aprobación del gobernador romano, en aquel tiempo, un tal Poncio Pilato. Así que los gobernadores locales ataron a Jesús y lo llevaron a este gobernador.

Entonces Judas, el que había traicionado a Jesús, cuando vio que había sido condenado, sintió remordimiento y trató de devolver las treinta piezas de plata a los gobernadores diciendo: “He pecado, traicionando sangre inocente.” Pero ellos dijeron: “¿Qué nos importa a nosotros?” Entonces Judas arrojó las piezas de plata y se marchó; y fue, y se ahorcó.

Cuando Jesús compareció delante del gobernador, y éste le preguntó si El era un Rey, Jesús contestó afirmativamente. Muchos reyes han sido tiranos; El era el Rey justo. Pero a todas las acusaciones que le hacían, El no respondía nada.

En aquella fiesta, todos los años, el gobernador romano tenía el hábito de soltar un prisionero, uno a quien el pueblo eligiera. En aquel año, había un preso famoso llamado Barrabás, un convicto asesino. Cuando el pueblo se congregó, Pilato les preguntó: “¿A quién quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús?” Pilato sabía que los gobernadores judíos le habían traído a Jesús por envidia. Pero el pueblo escogió a Barrabás.

Pilato entonces les preguntó: “¿Entonces qué debo hacer con Jesús?” La multitud, persuadida por sus gobernantes, dijo: “Clávalo en una cruz y que muera.” Pilato volvió a insistir: “¿Por qué, qué mal ha hecho?” Pero ellos solamente gritaban más fuerte: “¡Crucifícalo!”

Jesús muere

Entonces Pilato se lavo sus manos delante de la multitud, diciendo: “Soy inocente de la sangre de este hombre justo.” El pueblo respondió: ” ¡Que su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” Entonces soltaron a Barrabás y a Jesús lo azotaron y lo llevaron a morir. Pero antes de eso, los soldados le quitaron la ropa y le hicieron una corona de espinas. Se la pusieron en la cabeza y se burlaban diciendo: “Salve, Rey de los judíos” y le escupían y le golpeaban en la cabeza.

Después se llevaron a Jesús a un lugar llamado el Gólgota donde lo clavaron en una cruz y le pusieron sobre su cabeza una inscripción con una acusación que decía: “Este es Jesús, Rey de los Judíos.” Junto con El, crucificaron también a dos ladrones. Y los que pasaban se burlaban de Jesús, diciendo: “Si tú eres el Hijo de Dios, baja de la cruz.” Los gobernantes se burlaban también comentando: “El salvó a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Si de veras es el Rey, que baje de la cruz y creeremos en El.” Uno de los ladrones clavado allí también se burló de Jesús.

Al mediodía, una oscuridad repentina vino sobre toda la tierra, que duró hasta las tres de la tarde. Entonces Jesús gritó con voz alta, diciendo: ” ¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Dios odia el pecado. En la cruz, Jesús tomó sobre Sí los pecados de toda la humanidad, y por eso Dios lo abandonó por un tiempo.

Cuando Jesús gritó otra vez con fuerte voz y murió, hubo un terremoto y las rocas se partieron, y se abrieron tumbas y los cuerpos de muchos santos que habían muerto se levantaron.

Cuando el capitán romano y los que estaban observando a Jesús vieron todo aquello y otras cosas extraordinarias que sucedieron, tuvieron mucho miedo y dijeron: “En verdad que éste era el Hijo de Dios.’

Cuando llegó la noche, vino alguien que conocía a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato consintió, y el cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz y llevado a una tumba nueva que se había excavado en una roca, como una cueva. Una enorme piedra se rodó y colocó en frente de la puerta del sepulcro.

Al día siguiente, los gobernadores del templo fueron a Pilato y le dijeron: “Señor, recordamos que Jesús dijo cuando todavía vivía que en tres días El resucitaría. Manda, pues, que el sepulcro sea custodiado y sellado hasta el tercer día, no vaya a ser que los discípulos de Jesús vengan por la noche y se roben el cuerpo y después se vayan a decir a la gente que Jesús resucitó.” Así que, enviaron soldados romanos a sellar la piedra del sepulcro, y a custodiarlo.

Esto sucedió el sábado en la tarde.

Jesús resucita

El domingo en la mañana. algunas mujeres seguidoras de Jesús fueron a ver el sepulcro, y sucedió que hubo un terremoto porque un ángel del Cielo descendió y llegó y quitó la piedra, y se sentó sobre ella. Su rostro brillaba como un relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve. Los guardias se quedaron paralizados de miedo. Entonces al ángel dijo a las mujeres: “No teman, porque sé que buscan a Jesús el que fue crucifcado. El no está aquí, porque ha resucitado, como lo prometió. Vayan rápidamente y digan a los discípulos que Jesús se levantó de los muertos. El va delante de ustedes a un lugar llamado Galilea. Allí lo van a encontrar.” Y saliendo ellas a decir a los discípulos lo que sucedió, Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas abrazaron Sus pies y lo adoraron.

Entonces Jesús les dijo: “No tengan miedo. Díganle a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verám.”

Los discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. Y cuando lo vieron, se postraron delante de el. Algunos dudaron al principio, pero después creyeron cuando lo oyeron hablar y decir: “Toda autoridad me ha sido dada en los Cielos y en la tierra. Vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolos, o sea, sumergiéndolos en agua, diciendo, “Te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Enséñenles también que guarden todas las cosas que yo les he ordenado. Y Yo estaré con ustedes siempre, todos los días, hasta el fin del mundo.

Querido lector: ahora has oído la historia de Jesús, el Salvador de la humanidad. Confiesa tus pecados a El. El dio Su sangre para la remisión de tus pecados. Hazte Su discípulo haciendo lo que El enseñó. Gana a otros para la fe de Cristo. Si nunca has sido bautizado, pide a otro creyente que te bautice. Cuando tengas un pequeño grupo de creyentes, de tanto en tanto coge pan y vino e impártelos entre todos repitiendo las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo, ésta es mi sangre, derramada por ustedes.” Haz que la historia de Cristo se conozca por todos. Hazlo con cuidado para evitar persecución de parte de los enemigos de la fe, pero si tienes que sufrir, sé valiente, no temas a nadie. ¡Los creyentes en Jesús tiene vida eterna!

 

Zusammengestellt von Horst Koch, Deutschland, im Januar 2006

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Deutsch: Was Christen glauben

Spanisch: Lo que creen los Christianos

El Diccionario del Diablo

Entre Cristo y Satanas 

 

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